Retrato de Irina Khatsernova

La belleza de lo transitorio

Un diálogo con la interiorista y artista floral que une lo efímero con la huella eterna

Por Eliana Giudiche

Entre avenas silvestres y lilas que perfuman el aire, Irina Khatsernova recibe a D&D en Segunda Casa, el espacio donde materializa su visión artística. Nacida en Moscú, con un recorrido que la llevó desde Nueva York hasta Buenos Aires, encontró en el arte floral una nueva forma de habitar el espacio y pensar la decoración contemporánea.

Detalle de flores de cerezo

Su historia es la de una búsqueda constante que comenzó cuando estudiaba Física en Rusia. A los 20 años, emigró a Estados Unidos, donde enfrentó una vida de inmigrante muy dura y trabajó en diversas ocupaciones para subsistir mientras estudiaba. “Llegué con muy poco inglés y muchas ganas de reinventarme”, recuerda. El cambio hacia el diseño no fue casual: “Al principio había estudiado diseño gráfico, pero después me di cuenta de que no me gustaba estar tanto frente a la pantalla, quería algo más táctil, más 3D.”

Composición con berenjenas Arreglo de flores blancas

A diferencia de aquel rigor, ahora disfruta del proceso que vive mientras crea sus arreglos florales, en sintonía y en diálogo con lo que sucede: “Aprendí a convivir con la imperfección, me costó mucho este factor al ser diseñadora de interiores. Cuando trabajás en un espacio, querés perfección, como cuando trabajaba en Nueva York desarrollando el prototipo de una silla. Detrás del producto hay todo un recorrido, pero con las flores no existe nada de eso.»

Mesa con pan y flores Flores naranjas en jarrón

LA FILOSOFÍA DEL MOMENTO PRESENTE

Para Khatsernova, la belleza reside en lo transitorio, en esa fugacidad que, paradójicamente, le da valor a cada instante. “Lo efímero deja huella”, afirma con una convicción que nace de años de experiencia. No se refiere solo a marcas físicas, sino a las memorias y sensaciones que perduran en quienes experimentan sus creaciones. Esta dualidad es el motor de su obra actual.

Instalación con alcachofas

Por un lado, abraza la impermanencia y declara su amor por la espera de una flor como la magnolia, con la certeza de que su esplendor durará apenas unos días. “Es casi una tortura que disfruto, porque me permite valorar la nostalgia que sigue a la belleza que se desvanece.” Sin embargo, esa misma sensación la impulsa a capturar la esencia de esos instantes efímeros. “Es como conectarme de alguna manera con el mundo, con el cliente, con el ambiente y dejar alguna huella emocional o de memoria. Registrar algo increíble, fotográfico, que atrape la luz sobre la flor de ese momento único.”

Su formación en interiorismo se traduce en una comprensión profunda del entorno como elemento narrativo. “Cualquier cosa es un diálogo entre el espacio y la instalación o la persona que lo habita”, explica. Es precisamente por esto que se ha convertido en una defensora de integrar la naturaleza en el interiorismo contemporáneo, observando cómo con frecuencia se descuida la selección de elementos florales en espacios cuidadosamente diseñados.

Naturaleza muerta con lechugas

HERENCIA CULTURAL Y TIEMPO SUSPENDIDO

La artista encuentra una profunda resonancia en la cultura rusa de la cual proviene, especialmente en esa nostalgia melancólica que impregna el arte de su tierra natal. Esta herencia se filtra en cada creación, donde se siente inspirada por directores de cine como Andrei Tarkovsky, quien imaginaba la naturaleza como una fuente onírica, un refugio que abraza. “Crecí con esa sensibilidad hacia la belleza trágica, hacia la importancia del sufrimiento como parte de la experiencia estética.”

Flores dedalera en detalle

También la atrae la intensidad de ciertas músicas, que la transportan a ese estado de “tiempo suspendido” que busca recrear en sus instalaciones. “Adiós Nonino” de Astor Piazzolla es una de esas piezas que la conectan con esa emoción primaria. “Hay algo en esa melodía que captura perfectamente lo que intento hacer: honrar aquello que se está yendo, pero celebrarlo al mismo tiempo.”

Es precisamente ese tiempo suspendido entre lo real y lo onírico el que experimenta mientras trabaja. Describe el proceso creativo como la mejor parte de sus proyectos: un momento en el que se permite estirar y disfrutar cada instante, no por lentitud, sino para prolongar la alegría fugaz de la creación. Su método creativo está lejos de ser espontáneo. Antes de seleccionar una sola flor, elabora collages, dibujos y moodboards que funcionan como mapas de ruta emocional. “Pienso en la composición, en los colores, en la idea general que quiero transmitir. Este trabajo previo es mi ritual, el orden dentro de mi aparente caos creativo.”

Composición con lirios

EL FUTURO SON LAS EXPERIENCIAS

Hacia adelante, Irina sueña con crear un universo 360°, que trascienda las fronteras tradicionales entre disciplinas. Su visión va más allá del servicio floral tradicional: se propone crear experiencias integrales donde su impronta se manifieste en instalaciones, eventos y todo lo que forme parte de su universo creativo.

El evento Golden Hour fue su primera “mini prueba de universo”, donde diseñó de manera integral desde la decoración floral hasta la selección musical, pasando por la propuesta gastronómica y la iluminación.

Rosas en evento

“Fue un momento donde todo fluyó, donde cada elemento conversaba con los demás para generar algo más grande que la suma de las partes.”

Detalle de iluminación con velas

Entre sus próximos proyectos destaca la creación de experiencias inmersivas en la naturaleza en Bellatrix, un centro de arte en el campo bonaerense. Serán encuentros más orgánicos y espontáneos que sus clases habituales en el estudio, donde buscará conectar a las personas con el entorno natural de manera profunda y creativa. Irina nos invita a observar la belleza en su ciclo completo, desde el brote hasta el desvanecimiento, recordándonos que incluso lo más fugaz puede dejar una huella imborrable.